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martes, 4 de enero de 2011

VIII: LA REVELACIÓN



VIII
LA REVELACIÓN

Era de noche y Gía abrió los ojos, se sentía más descansada y repuesta. Miró a Yoshi dormido a su lado. Se imaginó las mil y un preguntas que le haría. Sonrió. Conocía las respuestas a todas. Ojala que el la amara lo suficiente como para perdonarla y aceptar lo que ella era en realidad.
Todos estaban dormidos, no se oía ni un ruido en el lugar. En unos cuantos días sería luna llena, la podía ver por la ventana. Yoshi seguía durmiendo. ¿Y, si solo se fuera? ¡No, no haría eso! El merecía todas las explicaciones del caso.

_ ¡Yoshi!... ¡Yoshi, despierta!... Tenemos que hablar_ le dijo con suavidad.

Yoshi abrió los ojos y le tomó apenas unos instantes darse cuenta de que la conversación que tendrían iba a ser importante.

_ Antes de comenzar, quiero decirte que te amo… ¡Te amo desde hace mucho tiempo!... Y que aceptaré lo que decidas hacer… ¡Ahora, pregunta!..._ dijo Gía.
_ ¿Cómo venciste a Moira? Ella era un demonio muy antiguo.
_ Yo también soy un demonio muy antiguo Yoshi, existo desde que el mundo era joven. Tengo más de dos mil años.
_ ¿Por qué tus ojos se veían tan claros como…?
_ ¿Cómo los del demonio de hielo?_ dijo ella y el se quedó asombrado_ ¡Eso es porque yo soy el demonio de hielo!
_ ¡No puede ser!_ dijo él.
_ ¡Pero lo es! Mi verdadero nombre es Lux. Yo soy el invierno mismo; el frío al comienzo de los tiempos.
_ ¿Cómo en el caso de Eriol?_ dijo temeroso.
_ ¡No! ¡Soy yo! No soy reencarnación de nadie.

Y diciendo esto se transformó en el demonio de hielo. Yoshi se quedó inmóvil del miedo.

_ ¡No temas! No voy a hacerte daño.
_ ¿Y el beso? ¿Qué me dices de eso? ¡Casi muero!
_ Fue un mal necesario. Tu odias casi a todo el mundo, en especial a las mujeres y más aún a las amazonas que tanto daño te hicieron. Si alguien como Gía no te hubiera besado y no te hubiera mostrado cariño y amor en un momento en el que parecías morir, seguirías odiando a las mujeres, y yo necesitaba hacer que me quisieras.
_ ¿Para qué?
_ Para poder decirte esto que te digo ahora sin que me mataras.
_ ¿Tú mataste a Ray?
_ Sí, porque el muy maldito me insinuó que eras poco hombre después de medio matarte y que si quería estar con uno de verdad, ¡Que lo buscara a él!
_ ¡Y lo hiciste!
_ ¡Cómo no, el mismo me provocó! Fue tan fácil besarlo y hacer que muriera en unos instantes… ¡Nunca más volvería a hacerte daño!
_ ¿Cuál es la cura?
_ Que yo lo bese de regreso y extraiga el aliento frío que le paralizará el corazón.

Ella hablaba con calma y Yoshi fue perdiéndole el miedo.

_ ¿Y tu forma humana?
_ Soy yo misma sin la acción del frío, si ves, soy igual en ambas formas solo que como amazona mis facciones dan más color creando un efecto óptico que hace que una se vea diferente… ¿Me tienes miedo? ¿Por qué?
_ Temo que vuelvas a besarme_ dijo el.
_ ¡No temas! Mi beso ya no tiene poder en ti. Solo tiene efecto en quien yo quiera que lo tenga o si me besan de repente por primera vez… ¿Serás capaz de perdonarme?
_ Yo… ¡Creo que sí!... Yo te amo, pese a todo. Hay pocas cosas que se en mi vida con tanta certeza.
_ Aún así, hay cosas de tu vida que yo puedo revelarte. ¿Sabes por qué me odian tanto las amazonas? ¿Por qué te odian tanto a ti? Te lo diré. He visto a las amazonas a través de generaciones. Hace poco más de veinte años en la aldea de las amazonas entró un demonio muy poderoso. Se llamaba Kai. El veneno de las marcas le había hecho daño y antes de que ellas lo pudieran rastrear se escondió en una cueva a la salida del bosque. Una amazona joven, muy hermosa andaba buscando leña cuando lo vio dentro de la cueva. Se dio cuenta de lo sucedido y de que debido al veneno de las marcas estaba agonizando. Se suponía que debía dejarlo morir o llamar a las otras, pero sabía que su beso curaría el veneno y neutralizaría su poder. Tenía miedo, se veía muy fiero. Ella se acercó a el y le dijo que no le haría daño, que ella lo ayudaría y lo besó. Sus facciones eran muy hermosas pese a su piel verdosa y la chica se enamoró de él. Prometió volver al día siguiente con comida. Los siguientes cinco días ella fue a buscarlo y lo cuidaba con esmero. Al sexto día, ella se entregó a él y de esa unión quedó embarazada. Las amazonas ven dentro de si la luz del hijo que va a nacer. Ella lo vio y le dijo a él lo que iba a suceder; ¡Iban a tener un hijo! Pero él no se alegró, y le dijo que él no sabía nada de criar o tener hijos, que viera a ver qué hacía y la dejó. Ella creyó que se iba a morir del dolor, pero le quedó de consuelo saber que tendría un hijo de él.
Las amazonas conciben todas cada vez que lo desean pero solo en luna llena y por eso es que ella no levantó sospechas. Muchas otras esperaban hijas, ¡Sí, hijas! ¡Solo tienen niñas! El problema vino a la hora de dar a luz. Cuando la criatura nació era un varón. Era un niño precioso, de enormes ojos negros con una marca de maldición en el pecho. Eso significaba que había sido concebido en el bosque mágico, prohibido para todo hombre. La mejor amiga de la chica, una amazona llamada Fabiana era líder de la tribu. Cuando el niño nació, la abofeteó con fuerza y sacó del cuarto a su hijita pequeña de unos tres años. Hizo que a la amazona que acababa de parir la encerraran y dándole el niño a otra, ordenó que lo tiraran desde la cascada de agua helada, en la Roca del Juicio, que es la piedra plana donde me viste y que es bastante alta. Yo conocía y respetaba a Amaya; era de las pocas amazonas que no tenían el corazón envenenado con el odio por los hombres. Cuando vi lo que pretendían hacer ya era tarde. La amazona había lanzado al niño por la cascada con fuerza, como si fuera un desecho. Monté en cólera y volé tan rápido como pude. Lo atrapé en mis brazos justo antes de que cayera al agua helada. Ese niño era bellísimo, tan especial; ¡Y esas malditas habían intentado matarlo a sabiendas de que era inocente y de que era indefenso! Busqué por todo un día a alguien que cuidara al niño. Yo ya sabía su nombre. Su madre lo llamaba siempre en sueños acariciando su abdomen durante la gestación. Encontré por fin en una aldea a una familia de gitanos y lo dejé en la puerta. Todos los inviernos lo veía de lejos. Era calmado como su madre, pero a veces no se veía feliz. Talvez era su carácter, talvez así tenia que ser. Por lo menos estaba vivo.
_ ¿Por qué no lo cuidaste tú misma?_ interrumpió Yoshi.
_ Porque dentro de el vi una luz que me atrajo. Pensé que nunca había amado a nadie tanto como a ese bebé; que talvez un día crecería y se enamoraría de mí. Si yo lo hubiera cuidado, yo sería una figura materna para él, nunca sería su amante ni su compañera.
_ ¿Qué pasó con las amazonas?
_ ¡Pasó que me encabronaron en serio! Cuando regresé a la aldea a buscar a Amaya y decirle que su hijito Yoshi estaba bien, me di cuenta de que había muerto. Ella había casi enloquecido de dolor cuando tu padre la dejó y luego le dijeron que su hijito había muerto congelado al caer al río. Ella no lo soportó y se suicidó, sin importarle su hijita Silvana. La habían enterrado aparte de las otras, más por asco y por rencor que por otra cosa. La consideraban una traidora. Me dio mucha rabia y con mi fuerza empecé a matar a cuanta amazona se me cruzaba por el frente, empezando por la que había tirado al niño al río, a la que torturé tanto que suplicó que la matara. Prácticamente todas las que estaban ese día en la roca del juicio murieron. Las demás, las que sobrevivieron ese día, fue porque estaban en sus casas. A Fabiana no la pude encontrar; luego supe que ella fue la que mató a tu padre con un conjuro especial. La volví a ver hace dos años, el día en que tu viniste por primera vez a la aldea. Ese día comprobé que había envenenado a Silvana contra tu madre y contra ti. No tuve reparos en hacerla morir lenta y dolorosamente. ¡Era lo justo! Silvana todavía no sabe que ella murió y todavía no sabe que eres su hermano. Pero aún ahora, dudo mucho que pueda hacerte daño.
_ ¿Por qué?
_ Porque sin saber quien eres se enamoró de ti, y sin saber quien soy me odia solo por tenerte y me teme. Me tendría más miedo si supiera quien soy en verdad. ¡Pero te juro, que si llegado el momento intenta hacerte daño, no dudaré en matarla peor que como hoy viste morir a Moira.
_Mi madre… ¿Me quería?
_ ¡Sí y mucho, no tienes idea cuanto! No dejes de creer en eso, porque yo se que era cierto; yo estuve ahí.
_ ¿Has estado enamorada antes?_ dijo sin saber cómo y sonrojándose.
_ ¿Preguntas que si hubo alguien antes que tú? ¡Sí y no! Sí, me gustaba un demonio al que por cierto nunca llegué a besar o tocar. Si tu amigo Eriol me viera ahora y es cierto todo lo que se dice de él y sus recuerdos de su vida pasada, me reconocería. Yo estuve enamorada del demonio Ariel pero el nunca se fijó en mi, estaba más preocupado por ganarse territorios que no eran suyos y ya vez cómo acabó… Si te refieres a que si hice el amor con alguien más o si de veras amé a alguien más antes que a ti, la respuesta es no. Solo contigo me he entregado de esa manera… Yo te amo y si ahora que sabes la verdad, quieres que me vaya, lo entenderé_ dijo.

Y una lágrima resbaló por su mejilla; al caer al suelo Yoshi vio que se había convertido en un cristal ¿O un diamante?

_ ¡No, no te vayas! ¡Yo también te amo y no soportaría perderte! ¡Nunca nadie me ha querido jamás! ¡No me dejes! Solo tu me aceptas como soy… Y ahora gracias a ti entiendo todo.
_ ¿Estás seguro? ¿O es que acaso ya no me temes?
_¡No, no te temo! ¡No te vayas por favor!... ¿Cómo debo llamarte ahora, Gía o Lux?
_ ¡Como tu quieras! Seguiré con mi forma humana para no causar revuelo… ¡Y sí, seguiré a tu lado! ¡Nada va a separarnos!_ le dijo besándolo y acariciándolo.

Esa noche Yoshi se acostó con Lux, aquella figura de hielo a la que tanto temía. Era absolutamente bella, pero pese a todo seguía prefiriendo cuando ella tomaba la forma de Gía, la chica que le enseñó a amar y a que vivir tiene sentido.


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